domingo, 29 de julio de 2012

Mente separada del cuerpo


Frenan la caída de la autoestima
sueños inducidos con sabrosa ketamina
que arremolinan las brumas de las penas
y riegan el alma con sonora alegría.
Arrancan al recuerdo turbia tiranía
y retiran la mortaja de melancolía
con un océano de alucinaciones
que anegan a través de una jeringuilla.
Me sobrecoge la dosis de su olvido,
se olvida todo yo en una negrura
que parece preceder a la eterna paz,
tan difícil es hacer eso sin su ayuda
y sin el abrazo relajante de su piedad.
La muerte ronda a bajos latidos
y cerca del respirar pesado y suspiros,
mirando atenta entre frascos de cristal,
sonriendo ante los sentimientos tan ambiguos
de agobio a lo oscuro y júbilo
de no sufrir dolor y memoria nunca más.
Sus labios rozan los suyos suaves cual aire
que pasea lentamente lascivo y templado
y la visión que se apaga perezosa
lleva a un largo sueño de caleidoscopio
cuya imagen borrará la luz tempestuosa
de una mañana en un despertar sobrio.
De momento yace preso y maniatado
por las invisibles correas a cada lado
que clavan el cuerpo a la férrea camilla,
obedeciendo sin dudar al químico amo.
Mientras tanto al ritmo de las pulsaciones
bisturís faenan entre nimias conversaciones
y manos sin pasión profanan las entrañas
en una morbosa falta de sensaciones.

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